Ya no hay dudas de que estamos plenamente sumidos en la electrificación del automóvil, un proceso que posiblemente termine en –a largo plazo– una flota mayoritaria de coches movidos por hidrógeno, pero ese es un horizonte lejano e ideal para el que aún faltarían décadas.
Mientras tanto, por las complicaciones técnicas de la propulsión eléctrica (que no son tan grandes en la parte propia del automóvil sino más bien en la de la infraestructura complementaria que se necesita) esa electrificación está llegando por fases y en diferentes niveles, lo que está dando lugar a diferentes tipos de coches según su tren de rodaje. Cada uno tiene su propia denominación y a continuación te damos las claves de cada una de ellas.
BEV (Battery Electric Vehicle)
Es el vehículo eléctrico puro, movido únicamente por energía limpia y sin atisbo alguno de carburantes tradicionales. En lugar de un propulsor térmico monta uno o varios motores eléctricos y su alimentación no viene de un depósito de combustible, sino de una batería que, a su vez, se nutre de la electricidad de la red.
Por el momento, la forma de almacenar la electricidad en la pila es a través de recarga externa por cable, aunque también está en desarrollo una solución inalámbrica que no requeriría de enchufes.
Sus ventajas: no emite sustancias nocivas a la atmósfera ni genera ruido adicional al de la rodadura. Por el contrario, requiere de una infraestructura de recarga y su autonomía aún es limitada.
Algunos ejemplos: desde el Seat Mii eléctrico al Porsche Taycan
HEV (Hybrid Electric Vehicle)
Híbridos convencionales. Fueron (y son) el primer paso para la electrificación del automóvil. Los coches híbridos son aquellos que combinan un sistema de propulsión convencional térmico con otro eléctrico. Con la aparición de nuevas variantes de híbridos, la nomenclatura HEV se ha quedado para identificar a los híbridos convencionales, tipo Toyota Prius. Se entiende por híbrido convencional a aquel que no requiere de un sistema de recarga externa para funcionar (Toyota lo denomina comercialmente híbrido autorrecargable). Sus ventajas son un consumo promedio reducido y cierta –aunque escasa– autonomía eléctrica.
Algunos ejemplos: el Toyota Prius es el máximo exponente, pero también los hay más pequeños como el Renault Clio o más grandes como los Lexus LS, por ejemplo.
MHEV (Mild Hybrid Electric Vehicle)
Híbridos suaves o híbridos ligeros. Son un tipo de híbrido surgido al amparo de la legislación medioambiental que explota mucho menos la parte eléctrica de la propulsión. Con una pequeña batería adicional (normalmente de 48 voltios), un sistema eléctrico apoya al motor de combustión aportando un empuje adicional en aceleraciones, pero no mueven el vehículo por sí mismo.
Entre sus ventajas, que permiten reducir el consumo (en torno a un 10%), es una tecnología barata que no incrementa demasiado el precio final del coche y en España están dotados con la etiqueta ECO de la DGT.
Algunos ejemplos: desde el Suzuki Ignis 1.2 al Audi A8 60 TFSI de 460 CV.
PHEV (Plug-in Hybrid Electric Vehicle)
Híbridos enchufables. Es un híbrido más avanzado gracias al mayor poder eléctrico de una batería de mayor capacidad que, para su recarga, requiere de enchufarse a la red externa. Con esa mayor energía eléctrica acumulada su autonomía eléctrica es mucho mayor y permite asumir incluso los desplazamientos diarios. Al tener un motor de combustión –normalmente gasolina pero también hay alguna versión diésel en el mercado– no tendremos límites a la hora de hacer recorridos largos. Eso sí, para aprovechar al máximo su funcionalidad eléctrica necesitaremos instalar un punto de recarga en casa y planificar bien los tiempos.
Algunos ejemplos: Desde el Seat León PHEV al Ferrari SF90 Stradale.
FCEV (Fuel Cell Electric Vehicle)
Vehículos de pila de combustible de hidrógeno. Es el siguiente paso en la estrategia de electrificación del automóvil y, seguramente, el definitivo. Una célula de combustible transforma el hidrógeno almacenado en depósitos en electricidad para impulsar el vehículo y la única emisión resultante es vapor de agua.
La utilización del hidrógeno como combustible para producir energía eléctrica elimina la necesidad de enchufar el coche y, por tanto, de una infraestructura de recarga. Sin embargo, para su universalización necesitará de la expansión de la red de suministro, actualmente casi inexistente. Además, la capacidad de los tanques de hidrógeno es suficiente para conseguir una autonomía similar a la de un coche de gasolina o diésel
Algunos ejemplos: aún hay una oferta muy limitada incluso a nivel mundial y depende de que los mercados tengan puntos de suministro. Toyota va por dos generaciones del Mirai y Hyundai comercializa el Nexo.