La presión de los neumáticos de tu coche es un factor que influye en el confort de marcha, en el consumo de combustible – que puede elevarse hasta un 10%- y, lo más importante, en tu seguridad. Hay que vigilarla al menos una vez al mes, porque las pérdidas son inevitables durante la conducción e incluso cuando el vehículo está estacionado. De media se estipula que los neumáticos en uso pierden 0,069 bares al mes, aunque los cambios de temperatura bruscos aceleran la caída de la presión. En caso de una brusca bajada de la temperatura exterior se recomienda añadir 0.1 bares a la presión aconsejada por el fabricante del vehículo. Las estaciones de servicio suelen ofrecer gratuitamente manómetros para que puedas realizar esta tarea de mantenimiento, aunque también hay algunas con sistemas de pago. Ahí dependemos del estado de cada aparato, que no siempre están en perfectas condiciones de uso.
Recuerda que para que la presión indicada en el reloj sea precisa es conveniente hinchar la rueda en frío, con dos o tres kilómetros desde que arrancaste el coche. En caso de llevar los neumáticos calientes tras, por ejemplo, una hora conduciendo, la cifra que ofrecerá el manómetro será unos 0.3 bares por encima de la real. Los fabricantes indican con claridad las presiones ideales de los neumáticos en una pegatina instalada normalmente en el marco de la puerta del conductor o en la cara interna de la tapa del depósito de combustible. Lo más común es que difieran ligeramente las de cada eje y que se indiquen presiones distintas dependiendo del peso de la carga que soporte el coche, no es lo mismo conducir solo que con otros cuatro ocupantes y el maletero repleto. O con un remolque atrás. LOS RIESGOS Se calcula que decelerar un coche que circula a 90 kilómetros por hora y pasarlo a 70 km/h se consigue en 40 metros si los neumáticos mantienen la presión indicada por el fabricante. Pero con solo un bar menos ya hacen falta 45 metros, es decir que la frenada es menos efectiva. Si además llevamos tiempo circulando con la presión baja, el dibujo de la rueda se habrá deformado y su agarre en asfalto mojado será mucho menor, hasta llegar a un posible patinaje o aquaplanning que puede generar un accidente grave. Circular con las ruedas parcialmente desinfladas puede provocar un reventón por el deterioro al que se someten las cubiertas. Experimentar la explosión de un neumático en plena marcha es muy estresante. Incluso si sucede a una velocidad lenta, 50 ó 60 km/h el susto puede ser considerable. Con una mala gestión de esa situación a la que no estamos acostumbrados, las consecuencias se agravan. Y al doble de velocidad, más del doble de riesgo. Pero no conviene tampoco irse al otro extremos y pasarse con la presión. Un neumático excesivamente lleno es menos adherente y por tanto también menos eficiente a la hora de frenar. Y el confort de marcha se resentirá. SISTEMAS DE ALERTA En 2014 la Unión Europea estableció que los coches vendidos en su territorio debían llevar el Sistema de Monotorización de Presión de Neumáticos (TPMS, siglas en inglés), que avisa del estado de la presión de las ruedas. Puede encenderse una luz de alarma en el cuadro de instrumentos, o dar información de qué presiones lleva cada uno de los neumáticos. En algunos casos son los sensores de ABS los que detectan que una rueda ha perdido diámetro y a consecuencia de ello gira más veces que las demás. Con esa información envía la señal al conductor de que hay una rueda con menos presión. También hay sistemas de sensores directos instalados en cada neumático, que son más fiables. Funcionan con una pequeña pila y cada cierto tiempo, 4 ó 5 años, habrá que sustituirlos. Esta información es útil, pero no exime de realizar la tarea de la medición de forma tradicional, pues hay multitud de factores que podrían suministrar ‘fake news’ a los sensores: bordillazos, golpes, rozaduras, humedades…
¿Qué presión deben llevar los neumáticos?
