Si eres como el que suscribe, que no está muy por la labor de dejarse un buen rato del día libre de la semana en adecentar su coche, que prefiere conducirlo a lavarlo aunque le cueste un potosí, la solución es evidente: dejárselo en manos de profesionales de la limpieza de automóviles, por dentro y por fuera. Eso cuesta 20, 30, 50 euros o lo que pidan, dependiendo de la profundidad de la limpieza: con agua corriente y jabón, en seco y sin agua, con o sin ceras, lavando a fondo delas tapicerías, incluyendo maletero, desinfectando con máquina de ozono… Lo normal es que, si el operario o la empresa son de confianza el resultado sea óptimo.
Para salir del paso y dejar la carrocería presentable sin mojarnos ni un poco, tenemos los famosos túneles de lavado automáticos, que secularmente tienen mala fama porque pueden rayar por muy diversas razones: por desgaste de sus gigantescos rulos, por la mala calidad de ellos o porque estén sucios y justo antes que tu coche ha pasado otro que estaba lleno de arenilla y suciedades que se han quedado en el cepillo. Pero en verdad te digo que eso no pasa tan frecuentemente como se comenta y con cinco euros, más o menos, resuelto el tema. Lo malo es que te toque a ti, precisamente a ti, la china. Nunca mejor dicho.
Manos a la obra
Descartados los argumentos para vagos que se pueden permitir dispendios para presumir de un coche limpio, no queda otra que coger el cubo, el jabón, los cepillos, manopla, trapos y los productos más sofisticados (para limpieza de llantas, para eliminación de restos de insectos, limpiacristales, champús…) y comenzar la limpieza. Un paso intermedio entre la mecanización y la manualidad es el arco de lavado donde echando moneditas puedes darle un buen repaso a la carrocería. Una moneda, un minuto o dos de chorro de agua y jabón con las lanzas que envían el líquido a toda presión. A una distancia de unos 15 centímetros no hay riesgo de que salte una carrocería que no esté ya medio oxidada. Cuando el coche está enjabonado, pasas al modo cepillo y suavemente vas quitando la suciedad más incrustada. Si no quieres gastarte otra moneda, puedes utilizar tu manopla húmeda, que será mucho más efectiva aunque el proceso puede ser más lento y no pasa nada por pensar en el usuario que espera turno para lavar su vehículo.
Agua desmineralizada
Hay que echar otra moneda. Pulsas el botón del abrillantado con cera y agua osmotizada (que teóricamente está limpia de esas sales minerales que al secarse el coche dejan motas blanquecinas) y listo. No es aconsejable el aclarado con agua normal. El coche ya está casi perfecto, pero queda lo más importante y ahí no hay máquina que te ayude realmente: secado a mano.
Secar con la clásica bayeta de microfibra te va a costar más que si lo haces con una ‘manta’ o paño específico que seca la carrocería en un visto y no visto. Una bayeta seca servirá para quitar el polvo del salpicadero y de los marcos interiores de las puertas sin mayor esfuerzo.
A veces, no siempre, hay que usar aspirador para dejar el interior sin arenillas o residuos que puedan haber caído en el suelo. En las estaciones de lavado suele haber, así que una vez que sacudas las alfombrillas en las rejillas que encontrarás, una pasada con el aspirador (claro, aquí también es cuestión de suerte: unos son más potentes que otros) y el coche quedará perfecto para cualquier compromiso y sin dar la nota.