Disfrutar de una conducción alegre, incluso muy rápida, por cualquier carretera encaja bien en el perfil del Bentley Continental GT Speed, pero, ¿será capaz de dar la talla en un circuito? La pista no perdona y cuando exprimes al máximo un vehículo en esas circunstancias, donde puedes arriesgar al límite sin asumir los peligros de rodar en tráfico abierto, suelen salir hasta las más mínimas carencias que, de otra forma, pasarían desapercibidas. Por eso, a priori, no pensamos que este coche, el producto más evolucionado de su gama, reúna las condiciones adecuadas para brillar en un trazado hecho para la competición.
Me explico. Las siglas GT definen a la perfección la filosofía de este Bentley. ‘Gran Turismo’: coche con carácter deportivo pensado para recorrer grandes distancias a ritmo ‘alegre’, pero con un elevado grado de confort. ¿Pero en la pista? Sobre el papel, las dimensiones y el peso son un hándicap que suele pasar factura si luchas contra el cronómetro. Y hablamos de un modelo de 4,85 metros de longitud, que supera ampliamente los dos metros de ancho y que, en vacío, arroja una cifra encima de la báscula de 2.273 kilogramos.
Otros datos técnicos alcanzan el sobresaliente, como los 659 caballos de potencia de ese motor W12 de seis litros y, muy especialmente, los 900 newton metro de par máximo, que están disponibles desde las 1.500 revoluciones y son responsables de una aceleración fulgurante en todas las marchas, con independencia del régimen de giro del propulsor.
Las dudas persisten
El Continental GT Speed es un deportivo con garra. Acelera de 0 a 100 km/h en 3,6 segundos y alcanza una velocidad punta de 355 km/h. Su conducción deportiva, precisa y confortable se apoya en una suspensión neumática de tres cámaras con control de la dureza de amortiguación. Y en la dirección en el eje trasero, el cambio automático de ocho marchas la tracción a las cuatro ruedas y el diferencial autoblocante posterior.

Todo este cóctel de información no hace más que acrecentar nuestras dudas de cómo se va a desenvolver este imponente Bentley en Vallelunga, un trazado en el que encontramos zonas rápidas, largas rectas, fuertes frenadas y una parte final sinuosa con curvas muy cerradas.
El momento de la verdad
Llega el momento de la verdad: Nos entregan un casco y nos invitan a ponernos al volante para la primera tanda de cinco vueltas. El reto se incrementa: a lo largo de la mañana ha estado lloviendo y el asfalto se encuentra mojado en casi todo el circuito. Cinco giros no son demasiados, por lo cual, decido que el primero me sirva de recordatorio para familiarizarme con una pista que conozco y, a partir del segundo, empiezo a apretar sin contemplaciones.
En la primera frenada fuerte, al final de la recta trasera, me doy cuenta de que me he anticipado demasiado. El piloto de la marca que me acompaña me contesta que no me preocupe, que en la próxima vuelta me indica el punto exacto de frenada. Ya me sorprende el comportamiento del Continental GT Speed en esas circunstancias adversas. Se mueve y tiene las inercias esperables por sus dimensiones y peso, pero se controla con docilidad y, si no actúas de forma brusca, consigues hacer muy deprisa tanto las curvas rápidas como las lentas.
A medida que se acerca el final de la recta empiezo a mirar de reojo a mi compañero. Pasamos el cartel de 200 metros y sigue sin decirme nada. ¿Se le habrá olvidado? Cuando ya estoy seguro de que no vamos a entrar en ese giro amplio, de tercera velocidad, y me resigno a pasar por la amplia escapatoria que nos salvará del peligro, me dice «ahora».
Ecuación resuelta
En ese instante, aprieto el pedal de freno con todas mis fuerzas: el coche se clava de morro y empieza a moverse ligeramente la parte trasera a un lado y a otro, aunque de manera controlada. En el sitio adecuado voy quitando presión sobre el pedal y girando al mismo tiempo el volante para, una vez encarada la salida del viraje, volver a dar gas sin contemplaciones. Vuelvo la cabeza hacia mi nuevo maestro y solo se me ocurre decir que «es increíble; nunca pensé que pudiéramos entrar en la curva». No queda otra que reconocer que nuestros prejuicios eran injustificados.
Por la tarde, ya con la pista seca, nos dieron la oportunidad de hacer otra tanda para ver que no había sido un espejismo. Bajo esa piel de lord inglés se esconde un deportivo mucho más capaz de lo que uno pueda imaginar por su aspecto. Su doble personalidad, una vez pagados los 310.000 euros que cuesta en España, nos permitirá no desentonar en una fiesta de la alta sociedad ni en un circuito ante adversarios de cierto renombre.